domingo, 14 de junio de 2015

Reformismo borbónico.




En el siglo XVIII bajo la dinastía borbónica, se impulsaron desde el estado una serie de reformas en todos los aspectos de la vida social y política. Los Ilustrados, siguiendo el modelo de Francia pretendían racionalizar la administración como forma de fortalecer el Estado y la propia monarquía y promover el crecimiento económico.


También se intentó dar nuevo auge a la agricultura española, siempre postrada ante la ganadería, por lo cual se proyectó extender el regadío a tierras de secano, así como el mejoramiento de los cultivos, y se aumentó el rendimiento de las tierras, cuyo nivel era de lo más bajos de Europa. Se introdujeron algunos cultivos nuevos como el de la patata en 1768. La libertad de comercio de cereales y las disposiciones que pusieron fin a los privilegios de la tierra contribuyeron a intensificar la producción agrícola.


Sin embargo, gran parte de las tierras cultivadas estaban afectadas al régimen de las Manos Muertas, es decir no se podían vender ni repartir por pertenecer a la iglesia, o a los Mayorazgos de la alta nobleza o a los municipios, con sus tierras de “propias” (tierra cultivables para las necesidades del lugar) o de “comunes” (pastos o bosque para todos los vecinos). Todo ello representaba una gran dificultad para el desarrollo de la agricultura que los ministros de los Borbones pretendieron superar, sin éxito.


Para levantar el país de la crisis industrial se dictaron diversas medidas por parte de los ministros ilustrados tendentes a crear fábricas estatales y se promulgaron medidas proteccionistas para afrontar la competencia extranjera. Pero más importancia que la industria real que no alcanzó el resultado previsto, tuvieron las manufacturas privadas, con la aparición de la industria algodonera catalana, en la cual se aplicaron por primera vez los telares mecánicos en 1780. Tuvieron también importancia la industria sedera valenciana, que adquirió en este siglo su máximo auge, la industria papelera y la fabricación de aguardientes.


Los economistas ilustrados sabían que sin infraestructuras adecuadas no podían conseguirse el desarrollo económico adecuado, y por eso intensificaron la construcción de carreteras y mejoraron los sistemas de comunicaciones existentes, con la creación de carreteras pavimentadas, construcciones de puertos y perfeccionamiento del sistema de correos.


Se crearon, a imitación de Francia, una serie de compañías mercantiles con la protección del Estado, a las que se le daba el monopolio del comercio con una región determinada de América, que ahora abría sus puertas a otros puertos españoles distintos de Sevilla o Cádiz ciudad en la que, a partir de 1717, se instaló la casa de contratación. En 1765 se autorizó el tráfico directo entre las Antillas y siete puertos españoles extendiéndose a trece puertos en 1778 y suprimiéndose, finalmente, en 1790 la casa de la contratación.


Convencidos de que el comportamiento de los pueblos dependía de la educación recibida, los ilustrados españoles comprendieron que la mejora de la enseñanza era un paso previo a cualquier reforma política y confiaron al estado la mejora de la instrucción, que debería fundamentarse en el pensamiento científico y en el desarrollo de la investigación. En 1782 Jovellanos hace un discurso sobre la gran necesidad de una reforma política, en la que expone, que las matemáticas, junto a la física, a la química y a la mineralogía, son la base de las artes constructivas (ingeniería, arquitectura,…) y si no fuera por sus rápidos progresos, la agricultura y el comercio con Europa no estarían tan desarrolladas. También invita a la sociedad que no se deje influenciar por los mitos y supersticiones de la iglesia.







Después de suprimir la autonomía de Aragón y Valencia, Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta (1716) para Cataluña, consiguiendo así la unificación jurídica de los reinos españoles, que en adelanta se llamaran provincias y estarán gobernadas por un Capitán General. Se suprimió El Consejo de Aragón, pasando su cometido al Consejo de Castilla, que acabo por fundirse con el Consejo de Estado. Se crearon también cinco ministerios, Estado, Marina, Guerra, Justicia y Hacienda, directamente responsables ante el rey.


En el aspecto interno de su política cabe destacar el desarrollo de la marina española, escuálida desde los últimos Austrias. La política internacional se orientara hacia una alianza con Francia e Inglaterra.





La muerte sin descendencia de Carlos II (1665-1700), el último de los Austrias españoles, provocó la Guerra de Sucesión que terminó con el acceso al trono de Felipe V, el primer rey Borbón de la Monarquía española.


Durante su reinado se realizaron importantes reformas que pretendieron, siguiendo las tradiciones políticas y administrativas francesas, adaptar la Monarquía española a su nuevo papel en Europa y en el mundo tras la guerra de Sucesión y la Paz de Utrecht. Entre estas reformas destacan los Decretos de Nueva Planta, que configuran una nueva realidad constitucional para España.