jueves, 8 de febrero de 2018

Historia del registro del sonido.



La historia del registro del sonido es la crónica de la evolución de los procesos de grabación y reproducción del sonido de forma artificial (generalmente sonido dentro del espectro audible), que ha creado el ser humano. Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, el registro sonoro fue evolucionando al compás de los avances tecnológicos. En las últimas décadas dichos avances permitieron dar pasos agigantados con respecto a factores como calidad, vida útil del soporte y durabilidad del sonido registrado.

La historia de la grabación de sonido - que ha progresado por olas, impulsadas por la invención e introducción comercial de nuevas tecnologías - se pueden dividir en cuatro períodos principales:

La era acústica o mecánica, 1877 a 1925.
La era eléctrica, 1925 a 1945 (incluyendo el sonido en películas).
La era magnética, 1945 a 1975.
La era digital, 1975 hasta la actualidad.



La grabación magnética: el magnetofón

El segundo método de grabación apareció, también en el siglo XIX, como sistema de grabación mecánica. En 1889 el danés Valdemar Poulsen construyó el primer grabador magnetofónico, denominado telegraphone, que patentó en 1900 y que se basa en el uso de un cable metálico para almacenar la información. El sistema no pudo ser comercializado porque la señal acústica era muy débil y fue necesario esperar hasta la invención del amplificador, es decir, hasta la llegada de la electricidad.

Este cable fue sustituido posteriormente por una cinta de acero. La BBC británica fue la primera empresa en utilizarlo a finales de los años veinte (ya en el siglo XX) para grabar programas radiofónicos y emitirlos en diferido. El sistema tenía la ventaja de tener mayor duración que un disco y resultar más barato al poder grabar varias veces sobre el mismo hilo; sin embargo, la calidad sonora era mucho menor que la de los discos.

Hasta 1935 no se mejoró suficientemente el sistema, cuando la compañía alemana Telefunken-AEG construyó el primer magnetofón que sustituía el alambre por una cinta plástica de óxido de hierro. La cinta se magnetizaba a través de un magneto eléctrico de cabeza circular o “cabeza grabadora”. Cada uno de estos imanes tiene una fuerza magnética que depende de la intensidad del sonido que lo origina y una longitud que se relaciona con su frecuencia. Este proceso produce una serie de posicionamientos de las partículas de óxido de hierro de la cinta. La cabeza de reproducción convierte los caracteres magnéticos en la cinta, en señales eléctricas.

Los magnetofones se perfeccionaron rápidamente grabando el sonido en dos pistas, luego en tres, cuatro, etc. En 1936 se grabó con el nuevo sistema la Sinfonía nº 39 de Mozart. A finales de los años cuarenta las emisoras de radio americanas adoptaron la cinta magnética para sus trabajos.

El magnetófono revolucionó el mundo de la grabación, sobre todo porque permitía algo tan necesario para un buen tratamientos del sonido como poder realizar cortes, empalmes y mezclas, es decir, lo que conocemos como “montaje”. En 1950 se produjeron las primeras grabaciones de larga duración sobre este medio. Con ello, este nuevo instrumento se convirtió en el soporte de todas las grabaciones hasta los años noventa. En él se grababa el sonido, que era tratado en los estudios y del que salía la copia máster, de la cual se pasaba ya a los discos de vinilo y las cintas de casete en serie.