viernes, 24 de julio de 2015

Transito FELIPE V a FELIPE VI (la meva lluita).

El Rey Felipe VI advierte a Mas de que cumplir la ley es “ineludible”




El Monarca sentenció que el Estado de derecho es la vía por la que “los ciudadanos encuentran la garantía de sus libertades ante los poderes públicos, que se ven sometidos al imperio de la ley y respetándose, garantizan el ordenado funcionamiento del Estado”.

Felipe VI aprovechó el acto para alabar la Carta Magna: “La Constitución es la ley fundamental, que ha presidido una de las etapas más largas de estabilidad en nuestra historia”.

La estrategia de la candidatura independentista impulsada por Artur Mas y Oriol Junqueras consiste en obviar el contenido de la Constitución y aprobar una ley de transitoriedad para definir un nuevo marco legal en el que encaje Cataluña separada de España.

Mas escuchó la advertencia del Rey sentado junto al ministro de Justicia, Rafael Catalá, pero esa no fue la única advertencia. El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, también recordó a Mas que “no hay democracia sin respeto a la ley”.


Un poquito de historia (1714)

El 6 de marzo de 1714 se firma el tratado de Rastadt en el que Luis XIV cede al Imperio las tierras a la derecha del Rin, Carlos VI abandona la contienda en Cataluña, y sin informar a los gobernantes catalanes evacua a la emperatriz de Barcelona.

Felipe V volvió a negociar con los catalanes, los cuales, desconocedores de los términos de Rastadt, que suponía el abandono definitivo de Carlos VI, lo rechazaron no solo exigiendo el mantenimiento de sus fueros e instituciones, sino además tres millones de libras para compensar los daños de la guerra. 

Como contestación, Felipe V pone al duque de Berwick, el vencedor en Almansa, en la dirección del tercer asedio a Barcelona (el primero fue por parte del bando austracista al inicio de la Guerra de Sucesión). El 6 de julio, ponía frente a Barcelona un importante contingente francés y sin la más mínima oposición de Inglaterra, 40.000 hombres y 140 cañones.




Y así llega el 11 de septiembre de 1714. El historiador catalán Ferrán Soldevila, en Síntesis de la historia de Cataluña, afirma: «La defensa fue tan heroica que suscitó el estupor y la admiración de toda Europa, ganándose el respeto de sus adversarios en sus figuras más dignas”.

No menos reseñable es el comportamiento del vencedor, el duque de Berwick. Escribe De la Cierva: «El duque de Berwick, asombrado por el valor de los defensores, con quienes no se ensañó en momento alguno, otorga bajo palabra, pero sin firma, la capitulación; en la que ofrece la vida y la seguridad personal a quienes depongan las armas y la pena de muerte a quienes, de uno u otro bando, se desmanden después del armisticio. Tan admirable o más que la heroica defensa es el comportamiento de la ciudad al empezar la mañana: las tropas borbónicas entraban con orden, sin tropelías ni abusos, pero con sorpresa desmedida al contemplar cómo los barceloneses emprendían, en los comercios, los talleres y ante las casas, su quehacer diario como si no hubiese pasado nada».

Es complicado encontrar en la historiografía documentación sobre represalias de Felipe V hacia pueblo catalán, en parte porque mucha documentación y diarios fue destruida tras la guerra. Se sabe que ambos contrincantes exiliaban a quienes apoyaron a su rival durante la guerra procediendo a la confiscación de bienes de los vencidos, y esta constatado que, como explica Virginia León entre otros, “poco después de finalizar la Guerra de Sucesión, Felipe V había iniciado un proceso de normalización con la concesión del perdón a quienes habían faltado al juramento de fidelidad, o, al menos, a sus familias”, entre ellos el conocido “martir” Rafael Casanova, que como tantos otros fue perdonado por el rey, volvió del exilio y murió de viejo.

Joaquim Albareda, historiador catalán contemporáneo que ha mostrado su repulsa hacia el recientemente celebrado simposio de historia con el título “España contra Cataluña”, y uno de los mayores conocedores de la Guerra de Sucesión, explica que como secuelas de la posguerra en Cataluña fue la tristeza “como las delaciones de catalanes contra catalanes... Y el diezmo de horca: ejecución del 10% de prisioneros de cada municipio catalán”.

Parece que fue Valencia, a lo largo de la contienda bélica, la que sufriría mayor represión por parte de los ejércitos borbónicos. Como explica Carme Pérez Aparicio (La guerra de sucesión en Valencia. Retrospectiva historiografía y estado de la cuestión, Universitat de València), Valencia fue privada incluso del Derecho Privado (a diferencia de Aragón y de Cataluña) y, según varios historiadores, tras la ocupación por las tropas felipistas, sufrió una fuerte represión durante los primeros 3 años tras su ocupación, de la que los casos de Vila-real y Xàtiva serían los más extremos, con escritos documentando saqueos, incendios y ejecuciones.



Las represalias ejercidas por Felipe V tras el fin de la guerra de Sucesión en Cataluña son complicadas de constatar y suelen ser motivo de debate en la comunidad científica.

Algunos historiadores como Josep Maria Torras y Ribé o Vicente Moreno Cullell, explican que “El régimen de terror y la represión brutal que, después de la firma del Tratado de Utrecht, los borbónicos habían empezado a aplicar en los territorios que dominaban se mantuvo, como mínimo, durante unos dos años más, hasta que, el 1716, Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta, el cual definía las nuevas instituciones de Cataluña. Una de las muestras del carácter represivo del nuevo régimen fue la construcción en Barcelona de la Fortaleza de la Ciutadella [para controlar la población], operación para la cual hubo que destruir una gran parte del barrio de la Ribera uno de los más céntricos y poblados de la ciudad".


Pero por otro lado se sabe que el mismo Duque de Berwic promulgaba en septiembre de 1714 que “con este motivo de conservar y no destruir los vasallos de su magestad se ha venido a conceder por gracia la vida a todos los pueblos y demàs personas que se hallan en Barcelona. Tanbién que no se sequeará la ciudad y cada uno podrá vivir en su casa, como de antes, en la ciudad, sin que por lo passado se les haga ningún processo de lo que han echo contra el rey. En quanto a las tropas regladas que ay dentro de la plaza, serán a discreción conforme las costumbres de la guerra a semejantes casos, pero se les concede la vida”.

En lo que se demuestra por la documentación histórica encontrada en exiliados catalanes tras la guerra, protegidos por la corte de Viena, parece que la represión física a partir de la caída de Barcelona se centró principalmente en la guerrilla rural y en los jefes militares más emblemáticos, pero no se produjeron episodios especialmente violentos contra la población catalana.

La documentación encontrada en estos exiliados denotan quejas sobre esos procesos de exilio, y sobre lo que consideraban la aplicación de una abusiva carga fiscal sobre los catalanes, especialmente a través del nuevo impuesto del catastro.

Josep Maria Torras (1714: Felip V Contra Cataluña) afirma: “Para los catalanes de la época, el nuevo modelo de fiscalidad introducido por el catastro significó de repente tener que pasar de un concepto de 'contribución' votada en Cortes como un donativo al monarca, a un modelo de impuesto coactivo y desorbitado, en la fijación del cual no habían participado en absoluto, y que además era recaudado por la fuerza de las armas del ejército de ocupación”.


Otra postura del historiador Hernàndez Cardona

La derrota de los catalanes en el 1714 fue terrible. Sin embargó la herencia constitucional afloró una y otra vez. Durante el mismo siglo XVIII hubo movimientos de resistencia, armados y políticos, y durante las guerras napoleónicas hubo tanteos para recobrar la independencia y recuperar las constituciones. Cabe recordar que la liberal Barcelona opuso una dura resistencia a los Cien Mil Hijos de San Luis llegados para restaurar el absolutismo de Fernando VII. Durante el siglo XIX el peso del recuerdo constitucional fue constante, pero ahora se incardinaba en un contexto de cambio social y económico, con un país que se transmutaba al ritmo de la revolución industrial. El nuevo estado centralista derivado de la nueva consolidación de los Borbones con el absolutista Fernando VII y la neoliberal Isabel II, tuvo una fuerte contestación en Cataluña.



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