lunes, 5 de junio de 2023

 𝕸𝖚𝖘𝖊𝖔 𝖇𝖗𝖎𝖙á𝖓𝖎𝖈𝖔




🏛️En mi época como estudiante de historia. En el año 2004, tuve la oportunidad de visitar el museo británico en Londres, uno de los más famosos y antiguos del mundo. Me interesaba especialmente la sala dedicada a la Europa medieval, donde se exhiben objetos de los siglos XI al XV procedentes de Gran Bretaña, Europa y Bizancio. Quería ver cómo era la vida, la cultura y el arte de esa época tan fascinante y turbulenta.Llegué al museo por la mañana y me dirigí directamente a la sala 40, donde se encuentra la colección medieval. Lo primero que me llamó la atención fue la gran variedad y calidad de las piezas expuestas: desde cruces, relicarios y candelabros de oro y plata, hasta espadas, dagas y hachas de hierro y acero. Había también objetos cotidianos como monedas, sellos, llaves y candados, que mostraban el comercio, la administración y la seguridad de las ciudades medievales.

Pero lo que más me impresionó fueron las armaduras. Había decenas de ellas, de diferentes tipos y épocas, que cubrían las paredes y los pedestales de la sala. Algunas eran completas, con casco, coraza, guanteletes y grebas; otras eran parciales, con sólo algunas piezas como el peto o el espaldar. Todas ellas reflejaban el arte y la técnica de los armeros medievales, que lograron crear verdaderas obras maestras de metal.

Me detuve a observar cada una de las armaduras con atención, tratando de imaginar cómo serían los caballeros que las habían llevado. Me fijé en los detalles decorativos, como los grabados, los relieves y los esmaltes, que revelaban el gusto y el estatus de sus dueños. Me sorprendió ver que algunas armaduras tenían marcas de combate, como abolladuras, cortes y agujeros, que evidenciaban el peligro y la violencia de las guerras medievales.

Entre todas las armaduras, hubo una que me impactó especialmente. Era una armadura completa de un caballero español del siglo XV, que medía dos metros de altura. Era una armadura muy elegante y refinada, con un diseño gótico que se adaptaba perfectamente al cuerpo del guerrero. Tenía una coraza con un escote en forma de V y un faldón acampanado; unas hombreras con alas puntiagudas; unos brazales con codales articulados; unas piernas con rodilleras en forma de corazón; y un casco con visera móvil y cresta decorativa. La armadura estaba decorada con motivos florales y geométricos en dorado sobre un fondo negro.

Me quedé admirando esa armadura durante varios minutos, preguntándome quién sería ese caballero tan alto y distinguido. ¿Sería un noble o un rey? ¿Un héroe o un villano? ¿Qué batallas habría librado? ¿Qué historias habría vivido? Me sentí transportado a otro tiempo y lugar, a una época llena de aventuras y misterios.

Después de ver todas las armaduras, seguí mi recorrido por el museo. Visité otras salas dedicadas a diferentes civilizaciones y culturas del mundo antiguo y moderno. Vi objetos increíbles como la piedra rosetta, el friso del Partenón o la momia de Cleopatra. Pero ninguna sala me impresionó tanto como la de la Europa medieval.

Sin embargo, hubo una sala que me sorprendió mucho. Fue la sala dedicada a la guerra, donde se muestran armas y objetos relacionados con los conflictos bélicos de la historia. En esa sala, había una sección subvencionada por la familia Bin Laden, la misma familia del líder terrorista responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Me pareció muy extraño y chocante ver el nombre de esa familia en un museo tan prestigioso y respetado.

Me acerqué a ver qué había en esa sección y vi que se trataba de una exposición sobre la historia y la cultura de Arabia Saudita, el país de origen de los Bin Laden. Había objetos como alfombras, joyas, vestidos, instrumentos musicales y libros sagrados, que mostraban la riqueza y la diversidad de esa nación. También había paneles informativos que explicaban la geografía, la política, la economía y la religión de Arabia Saudita, así como su relación con el Reino Unido y el resto del mundo.

Me di cuenta de que la intención de esa sección era mostrar una imagen positiva y pacífica de Arabia Saudita, y contrarrestar la imagen negativa y violenta que se había creado tras los atentados del 11 de septiembre. Me pareció una iniciativa interesante y valiente, pero también polémica y controvertida. Me pregunté qué pensarían los visitantes del museo al ver el nombre de los Bin Laden en esa sala. ¿Les parecería una muestra de tolerancia y diálogo, o una provocación y una ofensa?

Salí de esa sala con sentimientos encontrados. Por un lado, me pareció bien que el museo intentara promover el conocimiento y el respeto entre las diferentes culturas y religiones del mundo. Por otro lado, me pareció mal que el museo aceptara el dinero de una familia vinculada al terrorismo y al sufrimiento de miles de personas.

Terminé mi visita al museo británico con una mezcla de admiración y desconcierto. Había visto objetos maravillosos que me habían enseñado mucho sobre la historia y el arte de la humanidad. Pero también había visto objetos inquietantes que me habían hecho reflexionar sobre los conflictos y las contradicciones de la humanidad.

El museo británico fue una experiencia única e inolvidable para mí. Me hizo sentir emociones intensas y contradictorias. Me hizo pensar en el pasado, el presente y el futuro. Me hizo ver el mundo con otros ojos.


Aquí os dejo un link con imágenes 👉🏻 


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